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EVANGELIO Y REFLEXIÓN DIARIA. FRAY MANUEL DÍAZ BUIZA

¡Estamos en buenas manos!


17 Junio 2018

san Marcos (4,26-34)

 En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.» Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.» Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

¡Como para no estar asombrado! Detrás de todo, en el corazón de la vida, junto a nosotros hay una presencia amiga que no nos deja ni un instante. Es un aliento de vida, una fuerza divina que no deja de trabajar por dentro, en el mayor silencio. Algo así como ese misterioso empuje que, nadie sabe como, hace germinar y crecer la semilla.
No existe en la cosas de Dios proporción entre el esfuerzo y el resultado, se tiene esa extraña sensación de que no corresponde lo que tú haces con lo que después sucede; en el fondo vivimos asombrados porque estamos metidos en una obra que nos desconcierta, porque continuamente nos desborda.
Por eso Dios se complace de que sus obras arranquen de lo muy pequeño:"¿con qué podemos comparar el Reino de Dios? Con un grano de mostaza, la semilla mas pequeña".
A Dios siempre le gusta esta desproporción. Para que nos demos cuenta del que el fruto - "se hace mayor que cualquier hortaliza y echa ramas tan grandes que las aves del cielo pueden anidar a su sombra"- no se debe al esfuerzo del que planta o del que riega, sino de Él, que da la fuerza a la semilla de la Palabra, que confiere a nuestro pequeño trabajo -porque quiere y cuando quiere- una eficacia salvadora.
Dios quiere que nunca nos tiente la soberbia cuando vemos que todo marcha viento en popa, ni caigamos en el desaliento cuando nuestros reiterados esfuerzos no encuentren la más pequeña respuesta.
Lo nuestro es trabajar, poner cuanto esté de nuestra parte. El resto, es bueno que lo dejemos a Él: es cosa suya. Y que confiemos, al fin y al cabo esta es la gran verdad de nuestra fe: saber confiar, saber esperar. ¡Estamos en buenas manos!
¡Feliz Domingo!

¡Paz y Bien!


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