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EVANGELIO Y REFLEXIÓN DIARIA. FRAY MANUEL DÍAZ BUIZA

Libertad y discernimiento


17 octubre 2018

Lucas (11,42-46)Evangelio según san Lucas (11,42-46)

 En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios! Esto habría que practicar, sin descuidar aquello. ¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y las reverencias por la calle! ¡Ay de vosotros, que sois como tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo!»
Un maestro de la Ley intervino y le dijo: «Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros.»
Jesús replicó: «¡Ay de vosotros también, maestros de la Ley, que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo!»
Palabra del Señor

Este escriba o legalista de la ley, habría hecho mejor morderse la lengua. Intentando solidarizarse con el fariseo, pero distinguiéndose de él, Jesús acentúa las diferencias y pone manifiesto el peligro específico que representan los escribas. Lo que a éstos les reprocha no es la estrechez de espíritu de los fariseos, sino su falta de discernimiento. Toda su ciencia no le ha permitido reconocer al Mesías en la persona de Jesús. Además, esa ciencia le confería un prestigio y un poder terrible, el de pesar sobre las conciencias de los demás.
Jesús es implacable contra los fariseos y maestros de todos los tiempos que se preocupan por dar una "buena imagen electoral" y pasan por alto el derecho y el amor de Dios, o que abruman a la gente con cargas insoportables mientras ellos (¿o nosotros?) no mueven ni un dedo.
Son palabras enérgicas, de las más contundentes transmitidas por los evangelios, y, sin embargo, no parece que tengan demasiado efecto en nosotros. A veces, en nuestra iglesia, hay personas que se sienten con la obligación moral de señalar lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer, de marcar una línea nítida entre lo permitido y lo prohibido, de censurar conductas “escandalosas”, de llamar a cada cosa por su nombre. Y no es eso lo que Jesús pide de nosotros, Él nos pide libertad de espíritu y el discernimiento necesario para dejar que sea Dios y su misericordia la que nos juzgue.
La fe en ningún caso es una carga, la fe genuina lleva al hombre a saber discernir lo que tiene que hacer en cada momento desde la libertad de los hijos de Dios.

¡Paz y Bien!


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